lunes, 23 de enero de 2012
Ponencia: El educador musical, un agente de cambio. LEM. Carlos Gabriel Trujillo del Río
Todavía recuerdo mi ingreso a la facultad de música hace poco más de 11 años. Sin duda alguna no tenía conciencia de los alcances de lo que hoy me atrevo a llamar la primera gran decisión de mi vida.
Aún cuando la música y la educación formaban parte de mi ambiente desde muy pequeño, las expectativas que tenía respecto a la universidad eran tan grandes que superaban cualquier reflejo de tristeza detonado por la lejanía de mi tierra y del entorno familiar.
Ingresé a la licenciatura no solo con una vocación clara y profunda sino con un primer proceso de formación técnico-pedagógico musical concluido y valiosas experiencias laborales en distintos niveles educativos. Mi mayor expectativa entonces era conocer el papel del educador musical más allá del aula, más allá del coro o de la agrupación musical escolar.
Con profuso entusiasmo inicié este nuevo ciclo; cada clase, cada tema, metodología, propuesta, anécdota o experiencia era rápidamente analizada, procesada y probablemente hasta aprobada, descartada o aplicada en mi mente. Me daba cuenta que la enorme adquisición de conocimientos rebasaba los muros del salón de clases, sentía que cada persona que formaba parte de esta institución tenía algo que aportarme y valoraba enormemente la oportunidad de estar ahí, consciente de que significativa etapa de mi vida llegaría a término.
Paulatinamente, mi concepto sobre la educación musical se fue transformando; se ampliaba mi panorama musical y sus vastas posibilidades. Entendí que los beneficios de la música en el ser humano son reales, siempre y cuando su aplicación y transmisión sea la adecuada. Solfeo, contrapunto, historia del arte, piano, dirección coral, psicología educativa, práctica docente; todo tenía un fin, una relación, algún nuevo recurso o idea generada. ¡Qué feliz era!.
El tiempo corrió vertiginoso, de un momento a otro ya estaba haciendo maletas, ahora luchando por sobreponerme a la tristeza de apartarme de esta ciudad, en la cual no solo dejaba tan apreciada facultad sino amigos entrañables y un gran cúmulo de experiencias formativas que cambiaban el rumbo de mi vida.
Un mes después de titularme me encontraba nuevamente frente a grupo con el entusiasmo y la energía que caracteriza a un recién egresado al que le urge poner en práctica lo aprehendido. En el verano de 2005 el Sistema Educativo de Quintana Roo inicia los trabajos para la implementación de la Reforma Educativa y los nuevos programas de estudio en el nivel medio básico; se me convoca como integrante del Equipo Técnico Estatal y nuevamente me despido de las aulas para dedicarme enteramente a la capacitación y formación docente.
Durante más de cinco años esta consigna no sólo me permitió colaborar en la revisión, análisis e implementación del programa de Arte-Música en todos los municipios de Quintana Roo, sino que me dio la posibilidad de conocer las problemáticas y necesidades formativas del profesorado en el contexto nacional al ser convocado por el Departamento de Desarrollo Curricular de la Secretaría de Educación Pública para formar parte del Equipo Nacional encargado de la Reforma Educativa.
Las problemáticas de la puesta en práctica de mi profesión en México se hicieron evidentes: Un débil concepto sobre la educación musical, la falta de conocimientos técnicos, musicales y pedagógicos, que compartían la mayor parte de los docentes, la enorme cantidad de programas de música que circulaban por los estados con enfoques y objetivos distintos, la dificultad para romper esquemas educativos tradicionales y el desinterés por parte de las autoridades educativas para fortalecer esta importante área del desarrollo humano. En pocas palabras, teníamos que revalorar y dignificar el papel de la educación musical en México.
Era una gran responsabilidad; tenía en mis manos la oportunidad de incidir de manera directa en la formación musical de los estudiantes de nuestro país con el cometido de capacitar a los responsables de cada Estado de implementar este nuevo programa. También era la prueba de fuego para probar si la formación adquirida en la universidad era suficiente para cumplir una tarea de tal magnitud.
Aunque los ocho educadores que formamos parte de este equipo contamos con un nutrido programa de capacitación a cargo de maestros como Horacio Franco, Eréndira Bringas, José Luis Sagredo o Soledad Fernández, me atrevo a decir que confirmé mi solidez formativa en cada oportunidad de hacer coincidir conocimientos y experiencias acumuladas, la pasión compartida por la educación musical y la convicción en común de los enormes beneficios que el arte reporta en la formación de los seres humanos.
Nos convertimos en legionarios de nuestra disciplina, sumamos incontables horas de trabajo, de estudio y de elaboración de materiales entre constantes viajes y noches enteras sin dormir. Mi mayor arma siempre fue que los docentes participantes tuvieran un encuentro real y significativo con la música, que vivieran la experiencia de tal manera, que asumieran su responsabilidad y retomaran las riendas de su formación, que tomaran conciencia de la relevancia de su profesión, y sobre todo del tesoro que tenían en sus manos: la música.
Los principales logros de la Reforma Educativa en el área de Artes-Música fueron: La nivelación del valor curricular de las clases de arte en relación al resto de las asignaturas, la elaboración e implementación de programas de estudio específicos para cada disciplina artística; música, danza, teatro y artes visuales, la elaboración e implementación de guías y antologías de estudio para cada grado escolar como material de apoyo del docente, la capacitación y acompañamiento continuo de los docentes y administrativos de este nivel educativo, y en consecuencia, el enriquecimiento del concepto sobre la educación musical y sus alcances.
Fue inevitable con todas estas experiencias el hacer a un lado una de las grandes preocupaciones que de manera constante inundan mi mente y, literalmente, me quitan el sueño; el desarrollo artístico de mi ciudad. Durante mucho tiempo Chetumal se ha mantenido al margen del movimiento artístico nacional, con un desarrollo artístico incipiente y enormes retos en materia de oferta y demanda cultural. En relación a la educación y sensibilización artística no advertí un panorama muy distinto cuando regresé a residir en Chetumal al que experimenté antes de partir a la universidad.
Una idea que se había gestado tiempo antes de ingresar a la Facultad de Música empezaba a tomar forma; el Espacio Cultural DOMUS ARTIS, un espacio que no solo brindaría a la comunidad la oportunidad de acercarse a distintos lenguajes artísticos a través de talleres y cursos, sino que realmente trabajaría intensamente por contribuir a la sensibilización y formación de un público capaz de apreciar, valorar y fortalecer la producción artística de nuestra ciudad.
De nueva cuenta sentía que estaba “picando piedra” ante una sociedad con pocas oportunidades de conocer y experimentar los beneficios del arte y de su capacidad transformadora. El primer reto fue conformar el cuerpo docente de Domus Artis debido a la ausencia en la ciudad de especialistas en música, arte o educación artística que pudieran conducir cada uno de los talleres diseñados. La estrategia consistió en convocar a jóvenes con conocimientos musicales y cualidades para la docencia e implementar un intensivo programa de formación a partir de los métodos de educación musical más sobresalientes; Kodally, Dalcroze, Orff o Willems fueron invocados y traducidos en estrategias específicas para cada taller o incluso para cada alumno.
Con disposición, dedicación y paciencia llegó el momento de cosechar resultados, se fortaleció el equipo de trabajo y se integraron músicos formados que llegaron a la ciudad y se interesaron en el proyecto.
En esta primera etapa fue decisivo el acompañamiento de asesores que frecuentemente revisaron las estrategias didácticas o administrativas empleadas, entre ellos podemos mencionar a Minerva Iparrea Decuir, educadora musical también egresada de la Facultad.
El camino no ha sido fácil; nuestra fortaleza radica en la integración, la capacitación y la pasión de los que en Domus laboramos por transmitir una formación artística para la vida. Nuestra motivación son los alumnos y la oportunidad de vivir con ellos sus pequeños y grandes logros, descubriendo en cada uno las resonancias del arte en su entorno y desarrollo humano.
Aún después de 7 años y de contar con una estructura organizacional y académica sólida, me atrevo a decir que Domus Artis todavía está “arrancando motores”, consciente de que nos falta mucho por mejorar y estrechos caminos por recorrer.
Una última experiencia laboral por compartir ejemplifique quizá los detonantes del arte en las mentes inquietas; mi inmersión en un campo que reconozco era totalmente desconocido para mí: la producción artística.
A principios de 2005 se llevó a cabo en Chetumal, un festival denominado Quintana Roo Canta que tuvo como objetivo promover en la ciudad la obra musical de importantes compositores e intérpretes de la entidad. Promovido por la Secretaría de Cultura, en coordinación con Domus Artis, se realizó un trabajo de investigación y rescate de la música popular quintanarroense y se conjuntó en un montaje a un gran número de participantes de diversas disciplinas artísticas y de todo los niveles educativos, lo que generó un espacio para diversas propuestas artísticas a partir del conocimiento, uso y difusión de las expresiones musicales propias del Estado.
Surgió así la “marca” Quintana Roo Canta, que debido a una buena respuesta de la comunidad provocó en sucesivo los espectáculos Quintana Roo Canta en Navidad (2005), Quintana Roo Canta los Niños (2006), la producción discográfica Quintana Roo Canta y su espectáculo de presentación (2007), Quintana Roo Canta a Cri-Cri en el marco de la celebración por el 100 aniversario del natalicio de Francisco Gabilondo Soler (2007) y finalmente Quintana Roo Canta a México (2008) como parte de los festejos conmemorativos a la Revolución mexicana.
Algunos de los grandes aportes de esta serie de espectáculos fue la oportunidad de abrir los escenarios a destacados profesionales del arte en Quintana Roo en conjunción con niños y adultos que sin tener una formación artística profesional aportaron todas sus habilidades artísticas al proyecto, así como a grupos escolares de diferentes niveles educativos. Dicho de otra manera se creó un espacio para la convivencia y la transmisión de los conocimientos artísticos.
En lo que a mí respecta, no sólo adquirí las primeras experiencias y emociones de dirigir tras bambalinas, sino que despertó la inquietud de iniciar un nuevo proyecto buscando la calidad estética y la apertura a nuevos escenarios, así es como surge Mukuyé, el Musical de Quintana Roo.
Mukuyé se gestó como un espectáculo de teatro musical basado en elementos de la cultura, la música popular y la geografía estatal, que involucró a profesionales de la danza, la música y el teatro para conformar una obra representativa del Estado y un espectáculo digno de mostrarse en escenarios ya no solo locales sino nacionales e internacionales como el caso del foro abierto de Xcaret y el Teatro de Cancún.
Esta obra se convirtió en una propuesta artística de mayor exigencia en calidad y contenido, que además permitió enriquecer la formación de los jóvenes de nuestro Estado, así como contribuir a la generación de un público sensible a las manifestaciones culturales y artísticas propias.
Mukuyé realizó ocho exitosas funciones con una anuencia de más de 3000 personas en cuatro de los foros más importantes del Estado, gracias a la entrega de un inigualable equipo de producción y los más de 40 artistas, creativos y técnicos que conformaron la compañía, y por supuesto, gracias al apoyo y trabajo de vinculación de Domus Artis con instituciones gubernamentales y privadas entre las que se pueden mencionar CONACULTA, el Gobierno del Estado de Quintana Roo, el Grupo Xcaret, la Asociación de Hoteleros en Cancún o la Asociación de Hoteles de la Riviera Maya.
Sobra decir que el reto fue tremendo y que nunca terminaría de exponer las dificultades del día a día durante el año y medio que duró el proyecto. Sin duda ha sido una de las aventuras profesionales más arriesgadas pero a la vez una de las más grandes y enriquecedoras de mi vida.
Hoy me desempeño como Supervisor de Enseñanza Musical en el nivel inicial y preescolar en el Estado, como director-profesor del Espacio Cultural Domus Artis y como parte de una familia, y entre una cosa y la otra, me afano en la delicada tarea de encontrar un equilibrio. Sé que del poderoso torrente de ideas que desbordan mi mente siempre vendrán nuevos proyectos, nuevos retos que no solo me transformarán a mí sino a todos los que en ellos participen, porque en el transcurso de mi camino como educador musical adquirí la consigna de enseñar para transformar, me convertí en agente de cambio.
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